Carta a Mi Compañero
Ya lo sé,
ahora no hay descanso, compañero.
Distancias me separan, pasajeras.
De momento sólo tengo mi alma llena
de palabras, inquietudes exiliadas,
la esperanza me mantiene aquí ligada.
¿Es mañana que regreso enfurecida
a vengar muerto por muerto de mi pueblo?
¡Porque habremos de juntar
el campo y la ciudad, amado compañero,
y una sola patria al fin
habrá de construir la clase obrera!
Y mañana a trabajar,
a unir, a organizar;
la lucha continúa.
¡Y en medio de la acción y las consignas
nos volvemos a encontrar,
amado mío!
Cuéntame,
si el hombre de la costa y la montaña,
si el hombre de la industria y los caminos
retoman las banderas de la lucha.
Si en bocas escondidas se barajan
conscientes palabras de combate.
¿Comienza ya la caza del verdugo,
o conserva aún la espuma de las olas?
Cuéntame,
dijiste la palabra clandestina,
venciste los temores en la aldea,
sembraste la unidad como una espiga,
supiste de la sangre derramada,
mostraste a los culpables claramente:
no habrá piedra, ni mar que los proteja;
ni cavernas, ni guarida perdonada.