A Beinte Y Siete De Março
A beinte y siete de março
la media noche sería
en Barcelona la grande
grandes llantos se hazían.
Los gritos llegan al cielo,
la gente se amortecía
por Don Manrrique de Lara
que deste mundo partía.
Muerto lo traen a su tierra
donde bivo sucedía;
su bulto lleva cubierto
de muy rica pedrería,
cercado d’escudos d’armas
de real genalogía,
de aquellos altos linages
donde aquel señor venía.
Con él salen arçobispos
con toda la clerezía.
Cavalleros traen sus andas,
duques son su compañía,
llóralo el rey y la reyna
como aquel que les dolía,
llora toda la corte,
cada qual quien más podía.
Quedaron todas las damas
sin consuelo ni alegría;
cada uno de los galanes
con sus lágrimas dezía:
El mejor de los mejores
oy nos dexa en este día;
hizo honra a los menores,
a los grandes demasía,
parecía al duque su padre
en todo cavallería;
sólo un consuelo le queda
a el que más le quería,
que aunque la vida muriese
su memoria quedaría.
Parecióme Barcelona
a Troya quando se ardía.